lunes, 31 de marzo de 2014

La Rioja presenta su propuesta para esta Semana Santa

Semana Santa
en La Rioja

                     Esta semana santa, la Rioja invita a conocer las maravillas de su tierra. Un tiempo ideal para conocer nuevos destinos y descubrir paisajes únicos, encantarse con la calidez de su gente, deleitarse con sus aromas y sabores y vivir de cerca la mística de sus festividades más ancestrales.

                     Si de descanso se trata, el circuito de los pueblos de la costa, al pie del Cordón de Velazco, es el recorrido ideal. Las Peñas, Chuquis, Villa Sanagasta, Anillaco, Aminga , Anjullón, entre otros. Una seguidilla de pequeños poblados, que rebosan de calma y donde el tiempo transcurre silencioso. Paisaje de caseríos sencillos, con antiguas iglesitas que sobreviven estóicas a las épocas; donde abundan los nogales y los olivos y  los árboles frutales ofrendan generosos sus frutos maduros para la elaboración de deliciosas mermeladas artesanales. Es además zona de viñedos, con producción de vinos finos y también reconocidos pateros. Su excepcional microclima, la convierte en un área privilegiada, que ha sabido captar la atención de los riojanos capitalinos, como refugio de fin de semana.

Además del descanso, ofrece la posibilidad de realizar gran cantidad de actividades al aire libre como trekking, mountain bike, cabalgatas y distintos circuitos de aventura en 4x4 por los valles.

                   En la misma zona de la Costa y durante Semana Santa, se realiza el culto al Señor de la Peña. Una de las celebraciones más emblemáticas de la provincia, que congrega a peregrinos de todo el país. En la zona de Barreal, en el departamento de Arauco, al noreste de la capital, en el lecho reseco de una antigua laguna; en medio de la nada, se erige monumental una roca. Su particularidad, que uno de sus lados, de 12 metros de altura, se encuentra naturalmente tallado con un claro perfil humano.

Se trata de un enorme desprendimiento rocoso que se cree perteneció al Cordón de Velazco y cayó allí, producto tal vez, de un terremoto. Su origen responde a tiempos lejanos, ya que se sabe, que ya los indios lo veneraban, como a un dios protector de la montaña y la caza.

Identificado luego con la figura de Cristo, por los conquistadores, el lugar se transformó  en un centro de fe. Convoca a miles de devotos que especialmente cada viernes santo,
le rinden culto
permaneciendo en vigilia a la luz de los fogones.


             Chilecito es otro de los referentes turísticos de la provincia. Con un pasado de gloria, producto de la explotación de la mina de oro, La Mexicana; todavía hoy, la ciudad conserva ese halo de pujanza. Uno de sus atractivos más imponentes es la  fantástica obra de ingeniera que representa el Cablecarril.

Construido a principios de siglo para transportar el mineral desde los socavones de la mina, trabajada originariamente por los aborígenes, hasta la estación del ferrocarril en Chilecito. Sus 35 kilómetros y 9 estaciones enclavadas en lo alto de la montaña, hasta más de 4.000 metros de altura, deslumbran con sus vistas espectaculares.

Circuitos de trekking recorriendo las distintas estaciones, entre valles de verde profundo y arroyos cristalinos; o travesías en 4x4, adentrándose en el corazón mismo de la mina, son parte de la oferta.

Para quienes van en busca de historia, Tamberías del Inca, las ruinas de un antiguo asentamiento indígena que poblaba la zona, es una parada obligada en el camino.

Cerca de allí, la Cuesta del Pique, un paisaje de subidas y bajadas en caracol que alcanza los 3000 metros en su parte más alta y debe su nombre a un área distintiva por el cultivo de nogales.

            Un sitio que merece ser descubierto, es la reserva natural Quebrada del Cóndor. En el extremo sur riojano; partiendo desde Tama, a 180 km de la capital riojana, hasta Sierra de los Quinteros; allí se hace base en el puesto rural de Santa Cruz de la Sierra. Desde allí y luego de una cabalgata de 4 km, en los que se atraviesan pequeños arroyos y vertientes que se abren paso entre las enormes piedras de granito, se alcanza el peñón rocoso que oficia de mirador a un espectáculo sin igual, a 1800 m sobre el nivel del mar.

Un paraíso natural, que dada su recóndita geografía, resguarda y alberga un centenar de cóndores que planean en sigiloso ritual, a escasos metros de los visitantes. La experiencia al borde del acantilado con las majestuosas aves en vuelo rasante, es abrumadora.

No sólo los sonidos, los colores y la magnificencia del lugar embelesan los sentidos, también los aromas y lo sabores encuentran aquí el mejor sitio para confluir en una sabrosa cazuela de cabrito de los llanos, carne de destacada producción en la región.
Si la estadía es de algunos días, el avistaje se puede combinar con circuitos alternativos, como la pesca de truchas en unos piletones de agua cristalina cercanos o la visita a pinturas rupestres de antiguas civilizaciones.

             Sin olvidar, el Parque Nacional de Talampaya, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y la gran estrella de la oferta turística de la provincia. A una hora de Villa Unión, en el noroeste de la provincia ,se trata de un viaje a otro tiempo.

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