El sueño de Páez Vilaró, que falleció el 24 de febrero
del año pasado, era llevar su obra allí, contra el mar que rompe en el
puerto, uno de los puntos más concurridos, sí, pero también más bellos y
vitales de un Punta del Este que él quiso y promovió como pocos.
"Papá está siempre presente", dice Carlos Páez, su
hijo, mientras recorre los espacios blancos y soleados con obras de su
padre. "Y es por eso que aunque es el primer verano sin él, es muy
difícil hacer el duelo cuando alguien sigue acá".
Y tiene razón. Además de su obra, un par de fotos en
talle gigantografía lo hace aún más presente. En una, hacia un costado
de la galería, está con Pablo Picasso ("un momento que lo ayudó mucho a
hacerse conocido internacionalmente", dice Páez) y presidiendo el salón,
un retrato del artista y su gato con la escenografía inconfundible de
Casapueblo, su gran legado. Está mirando el mar, su gran amigo, como si
lo esperaran nuevas aventuras.
"Y tiene la mejor puesta de sol de Punta del Este",
dice Deussen. "Solo comparable con la de Casapueblo". En el piso de
arriba hay una terraza que permitirá precisamente apreciar el atardecer
contra la isla Gorriti. Es como si donde estuviera Páez Vilaró el sol
eligiera la mejor manera de esconderse. "Es que él se adueñó del sol",
dice su hijo. Casi nada.
La galería funciona como una sucursal de Casapueblo,
dicen. En el local, que está al final del puerto —y que fue cedido por
su propietario Miguel Cordone para la galería—, hay en exposición y
venta unas 60 obras originales de todas las épocas del artista
incluyendo las cerámicas de Marruecos y las esculturas en madera (tan
africanas, tan coloridas) que hizo cuando cumplió 90 años. También están
a la venta serigrafías, reproducciones y objetos con el clásico trazo
del pintor y sus libros.
"Lo primero que yo pensé cuando entramos a este lugar
fue la posibilidad de mostrar obra que en Casapueblo teníamos en
depósito porque no había paredes para colgarla", dice María Dezuliani,
la directora. Se refiere, por ejemplo, al enorme (dos metros por dos
metros) y colorido retrato de Carlos Gardel con el obelisco porteño de
corbata que se exhibe en el primer piso.
Entre los planes de la galería, que estará abierta
todos los días hasta abril de 11 de la mañana a 23.00, está quizás
organizar para Carnaval, una muestra sobre los motivos candomberos de
Páez, una de sus líneas de trabajo más queridas. También podrá haber
otra clase de exhibiciones temáticas, avisan, pero aún es prematuro
hacer tantos planes: en el lugar aunque ya está abierto al público se
afinan algunos últimos detalles menores que, la verdad, ni se notan.
Aunque a veces, la popularidad atenta contra la real
apreciación de una obra verla toda reunida, como en esta galería, ayuda a
comprender el valor de Páez Vilaró. Su imaginería consiguió instalarse
en lo uruguayo como nadie desde Joaquín Torres García y su obra, sin
duda, tan viva y colorida es la más popular e identitaria del Uruguay de
los últimos 50 años.
"Fue un año de shock porque papá parecía inmortal",
dice Carlos Páez sobre el fallecimiento de su padre. "No puedo creer
estar en Punta del Este y que no esté él". A muchos le pasa lo mismo.
Pero esta galería lo mantiene vivo y en uno de sus lugares más amados.
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