Muchas
familias ya están de regreso, otras están llegando, otras se quedaron descansando
en casa y sabemos algo, las vacaciones se terminaron y es necesario volver a
nuestras obligaciones y actividades. Dicho de otro modo, volver a la rutina.
En
este sentido volver, o retomar las actividades cotidianas, suele ser una fuente
de estrés y ansiedad muy importante que puede perjudicar nuestra salud física y
emocional. En este contexto reorganizarse puede ser una tarea tediosa y
agobiante. Los adultos, aunque nos pese, podemos enfrentarnos a nuestro trabajo
y elaborar la vuelta a la rutina de otra manera, pero para nuestros hijos el
comienzo del año escolar puede llegar a ser traumático.
¿Cómo
podemos ayudarlos a pasar esta etapa?
Es
importante pensar en la personalidad de cada hijo y relacionarla con las
posibles razones de no querer ir a la escuela. Esto nos va a ayudar a tener una
idea de las cuestiones por las cuales se presenta la negativa. El curso de
acción que se decida tomar debe estar consensuado entre ambos padres.
¿Cuáles
podrían ser las razones para no querer ir a la escuela? ¿La dificultad para
sostener rutinas? ¿El miedo a equivocarse? ¿No querer reencontrarse con un
compañero? ¿Temer separarse de mamá y papá? ¿No llevarse bien con algún
maestro? ¿No querer hacer las tareas? ¿Aburrimiento? ¿Sentirse diferente frente
a otros compañeros? Estas son algunas, pero hay muchas otras posibilidades.
Algunos
puntos para tener en cuenta.
·
Tener
una buena comunicación con nuestros hijos.
·
Reconocer
cuáles son sus emociones y sentimientos.
·
Facilitarles
la expresión de sus emociones sin juzgarlos.
·
Orientarlos
respecto de que esa es su responsabilidad y obligación.
·
Enseñarles
con el ejemplo.
·
Alentarlos
siempre a que tengan una mirada positiva de cada comienzo y situación.
·
Hacerles
saber que siempre cuentan con nosotros como padres.
·
Conocer
cuáles son sus necesidades.
·
Expresarles
nuestro amor incondicional.
¿Cuándo
buscar ayuda profesional?
Es
necesario buscar ayuda si:
·
La
situación se alarga mucho en el tiempo.
·
Existe
un cambio importante en la conducta del niño. Se muestra triste, huidizo, no
habla con los padres, está continuamente cansado, comienza a orinarse en la
cama, etc.
·
Hay
un cambio significativo en la conducta escolar sin ningún motivo aparente.
·
El
niño empieza a presentar conductas agresivas o rabietas muy a menudo.
·
Cuando
pierde las ganas de jugar, de hacer deporte o actividades que antes le
gustaban.
·
Observamos
señales físicas (arañazos, moretones o hematomas…) de manera continua.
Pueden ser signos de que otros niños le hacen daño de manera constante, por eso
es importante hablar con el niño y con los maestros.
Como
adultos y en nuestra responsabilidad como padres es necesario involucrarnos en
la escuela, participar en sus distintos espacios, acompañar permanentemente el
proceso de nuestros hijos y estar atentos a su conducta y a posibles
situaciones conflictivas. Está demostrado que ellos aprenden más de lo que
hacemos que de lo que decimos. Demos el mejor ejemplo.
_________________________________________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario