jueves, 2 de febrero de 2017

SAN VALENTIN | Amor y Emociones: entre nuevas y viejas formas de vincularnos

En los tiempos de las redes y todas las “ciber” versiones circulantes, conocer a alguien se simplifica por un lado, y se complejiza a la vez, mientras que algunos otros puntos permanece incólume al cambio de los tiempos.

Se simplifica porque curiosear el Facebook, detenerse en su Linkedin, disfrutar (o padecer) las imágenes de su Instagram, ver con qué frecuencia se conecta a su Whatsapp, nos permite acceder  a mucha información de la persona que vamos a conocer aún antes de que nos la presenten.  Se complejiza porque se termina volviendo como en uno de esos negocios de ropa que tienen tantos, pero tantos productos exhibidos que termina empalagando porque todo parece igual. Y hay otras cosas en las que son como siempre, las emociones siguen imperando.

Son las emociones las que en definitiva siguen siendo lo que define el accionar, el paso a seguir de cada uno. Si bien podemos comprender lo que ocurre, establecer vínculos causales al respecto de lo que pasa (o nos pasa), lo que sentimos es lo que va a determinar nuestro accionar.  Y lo que sentimos está teñido también de lo que interpretamos que siente el otro de acuerdo a las actitudes concretas que nos muestran.  Pero hay una realidad innegable que se termina imponiendo. Si es tanto sobre lo que hay que armar una estrategia, una logística, sembrar dudas, plantear claros oscuros, si tan retorcido y pensado tiene que ser el camino, sepamos que simplemente, NO ES.

La relación fluirá consistente, auténtica y con una sinergia interesante cuando haya coincidencia de valores profundos, acompasamientos con el otro desde un sentir profundo y cuando más allá de la voluntad, exista el sentir íntimo que habilita para que seas más consciente de tu disponibilidad interna para tener una historia de amor,

La importancia de las emociones en la vida en general y en el amor en particular, es decisiva.  El tema es que de acuerdo a cómo, cuándo, cuáles, dónde, por qué y para qué se muestran unas (y no otras) emociones,  se empiezan a poner en juego diferentes situaciones, muchas veces desviando la verdadera intencionalidad de la conducta.  En otras palabras, mostramos emociones que no son las que auténticamente sentimos por miedo a que si mostramos la verdadera, esto nos perjudique a los ojos del que tenemos enfrente. Además, el temor o las suspicacias no son sólo respecto a los demás, sino a nosotros mismos, en particular respecto a nuestra autoimagen. El miedo a no poder regular las emociones, que sean disruptivas para uno o para el entorno es algo muy temido y una poderosa razón para no mostrarlo abiertamente.

Conocer las emociones es conocerse a uno mismo. Conocerse a uno mismo, nos posibilitará saber qué nos pasa y cómo esto afecta al entorno.  Está vinculado a la autoestima, a la madurez y por supuesto a los vínculos (de distinto tipo) con las demás personas de nuestra realidad.
 

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